San Martín de los Andes: La ciudad que crece sin que se note

Apuesta al turismo durante todo el año, suma servicios, barrios y locales, sin perder el espíritu de pueblito de montaña

Algunos dicen que hará unos tres, cuatro años. Otros, alrededor de ocho. Y no son pocos los que juran que ni aun en los mejores tiempos de la devaluación, cuando el turismo se volcó fronteras adentro, San Martín de los Andes no vivía una temporada tan, pero tan buena como ésta.

Es cierto que el boom turístico explotó como nunca en varios puntos del país. Pero también hay que reconocer que este rincón de la cordillera neuquina, que comenzó a cobrar fama con la nieve y Chapelco -allá cuando despuntaban los años 80-, no ha parado de crecer desde entonces.

Lo hace, menos mal, con esa maravillosa capacidad de aparentar que nada cambió. Sin edificios altos ni semáforos, ni más materiales que la piedra y la madera. Sin perder esa esencia de aldea de montaña que supo enamorar a miles, convirtiendo el viejo cliché de dejo todo y me mudo al Sur en una realidad irrefutable. Basta con saber que cerca del 80% de los 35.000 habitantes del pueblo -que ya dejó de ser tal, por supuesto, aunque todos le siguen diciendo el pueblo - llegó en las últimas dos décadas, y menos también (sobre todo después de 2001).

Hay que mirar un poco más allá del lago Lácar o de la avenida San Martín para descubrir cómo se ha ido expandiendo la ciudad. Ya es común escuchar hablar de nuevos loteos -que alcanzan a los lagos Lolog y Huechulafquen-, ver carteles que anuncian la construcción de tal o cual emprendimiento, saber que al Chapelco Golf & Resort (con el sello de Jack Nicklaus) pronto se agregará otra cancha de 18 hoyos (diseñada por otro campeón multipremiado como Greg Norman), El Desafío Mountain Resort.

Por lo demás, en el centro de la ciudad están las rosas de siempre, que crecen a borbotones rojos y amarillos, las casas de té, las tiendas de ahumados, las artesanías, los negocios de pesca con sus moscas brillantes y perfectas, tan bien hechas que parecen inventarios de museo.

Aunque hay novedades, también, que hablan de una ciudad que crece no sólo en tamaño, sino en sofisticación, propuestas para todo el año y diversidad. Un buen ejemplo de eso es la apertura, en enero de este año, de la primera galería de arte de San Martín. En Ruta del Arte, la Galería hay pinturas de artistas locales como Georg Miciu Nicolaevici y Darío Mastrosimone, además de esculturas, fotos, platería criolla y muebles antiguos, entre otros objetos. Al frente de este espacio están Juan Sabatini y Claudina Menéndez, una pareja que hace dos años llegó de Buenos Aires, hace uno diseñó la Ruta del arte, tour cultural -excursión que invita a visitar los ateliers y talleres de artistas de la zona-, y este 2010 se despachó con la galería.

Las librerías-cafés, los hoteles boutique, las tiendas de diseño, las reposterías estilo francés o la gastronomía gourmet completan la tendencia. Incluso la nueva heladería de Mamusia (tradicional casa de chocolates artesanales) hace furor con gustos como lemon power o chocolate remixado.

Hola Chile!

Así como en julio las calles se llenan de brasileños, en febrero el acento que se más se escucha es el chileno. Este año, con un tipo de cambio favorable y la campaña Hola Chile! (que ofrece descuentos a ciudadanos chilenos), los vecinos de la Cordillera están encantados.

Entre los extranjeros, europeos y norteamericanos son los que más dólares dejan en su paso por el Sur. Fanáticos de la pesca en su gran mayoría -temporada que se extiende de noviembre a fines de abril-, suelen alojarse en lodges o estancias privadas apartados de la ciudad, y se acercan poco y nada a la misma.

No es el caso de Harry Wilson, un pescador sesentón de Montana que se deja ver casi todas las noches por los restaurantes del centro, donde los vecinos ya lo saludan por su nombre.

"Es el cuarto año que vengo a San Martín a pescar. Hasta tal punto me enamoré de este lugar y de su gente, que ya compré un terreno en Valle Escondido", ríe, con los cachetes colorados por el buen vino.

Los argentinos también llegaron en alegre montón -familias y mochileros encabezando la troupe - para hacer rafting, cabalgatas, mountain bike y una generosa lista de deportes; tirarse panza arriba en las playitas de Quila Quina, Lolog y Catrire, o darse unas buenas panzadas de chocolate y picadas. O también, por qué no, para gastar las horas hasta que baja el sol, el lago y las montañas se tiñen de violeta y San Martín es el lugar más lindo del mundo.

Canyoning, lo último en turismo aventura

Casco, impermeable, traje de neoprene, arnés, mosquetones... No se trata de una expedición de alta montaña, sino de los preparativos que exige el novedoso canyoning, que no es otra cosa que practicar rapel bajo el chorro de una cascada.

La cosa tiene sus adeptos y hay que animarse a probar para entender por qué. Claude Domenc, fancés, esquiador, alpinista, viajero incansable y aventurero si los hay, importó el canyoning de Europa, donde el adrenalínico deporte tiene su meca en Sierra de Guara, en los Pirineos. Este verano arrancó con la actividad en San Martín, en una quebrada que se descubre camino a Quila Quina. "La cascada no tiene nombre, pero yo la bauticé Cañón de la Ilusión", sonríe Domenc.

Quechuquina y Hua Hum, dos hallazgos

Es curioso. Si en San Martín está nublado, en Hua Hum puede estar cayendo un aguacero de aquellos. A 45 km de la ciudad y bien pegadito a Chile, Hua Hum es uno de los puntos con mayor promedio de lluvias del país: 3500 milímetros anuales (contra 1500 en San Martín). El trayecto, que se hace por la RP 48, es testigo de esa mutación. Poco a poco la vegetación se va haciendo más verde, más espesa, más propia de la selva valdiviana.

Seiscientos metros de un sendero que se interna entre coihues, helechos, ñires y quintrales (la enredadera que alimenta al colibrí rubí) llevan, en forma directa, a la cascada Chachín, un golpe de agua que se estrella contra las piedras en una caída de 30 metros.

No es la única perla del circuito. La otra es Estancia Quechuquina, en el km 32 de la misma ruta. El viejo casco del aserradero -donde en su apogeo llegaron a vivir 40 familias, y hasta escuela había- es una casona de madera y peculiar estilo sudafricano, dado el origen de sus primeros moradores (los Bresler, 1904). Jeannine, hija de los actuales propietarios, se calza el delantal, prepara almuerzos y tes, pone más troncos en la chimenea, sirve la mesa y cuenta historias a quien quiera escuchar. Con la ayuda de Virginia, Florencia y un gran horno de leña, cocina ñoquis de polenta con salsa de hongos, carne estofada al vino tinto, ensaladas, pollo al curry o tarta de cebolla y panceta, entre otras delicias caseras. Tan en casa hace sentir a los comensales que no sorprende que, a la hora del almuerzo, vuelva a aparecer la misma familia que estuvo el día anterior. Y que regrese al día siguiente.

Casa, hospital y ahora museo

De los viejos residentes de San Martín de los Andes, no hay quien no se haya atendido alguna vez en la casa de techo de chapa y paredes de raulí de la Av. San Martín.

La casa perteneció a Rodolfo Koessler, primer y único médico que tuvo el pueblo durante 30 años. La vivienda funcionó a la vez como hospital, consultorio y farmacia, además de residencia particular del matrimonio de inmigrantes alemanes, que se instaló allí en 1920 con una prole de niños rubios. Lo llamativo es que era el mismo Koessler el que oficiaba de partero, cirujano, dentista, farmacéutico y vaya uno a saber qué otra disciplina.

"Si el enfermo no podía venir hasta acá, entonces mi abuelo ensillaba el caballo y partía hacia el campo a atender al paciente. Nunca se sabía cuándo volvía", cuenta un entusiasmadísimo Federico Koessler en la inauguración del museo. Porque después de varios años abocados a la recolección de objetos, la casa acaba de abrir sus puertas para recibir visitas. Como si no hubiera pasado el tiempo, allí está la camilla donde nacieron más de 3000 chicos, la camita donde pasaban sus días de convalecencia estancieros y mapuches por igual, los frascos con preparados, el microscopio y hasta el inodoro portátil.

Cuenta Koessler nieto que hasta acá llegaban los vecinos con el muerto cargado al hombro para redactar el certificado de defunción. Otros arrimaban algún cordero a modo de pago, aunque Koessler, que atendía con verdadera vocación, lo hacía a sabiendas de que muchas veces no recibiría nada a cambio.

Pero el médico no era el único protagonista en esta historia de sacrificio y aventura en la Patagonia. Su mujer, Bertha Ilg, dedicó 45 años a recopilar leyendas y tradiciones orales de los mapuches, varios de los cuales eran pacientes de su marido. La araucana blanca, la llamaban, porque entre los siete idiomas que dominaba sumó el mapudungún, lengua mapuche. Fue ella quien convenció a los viejos caciques de la necesidad de preservar, mediante la escritura, un riquísimo patrimonio cultural que corría el riesgo de desaparecer.

Cómo llegar

Aerolíneas viaja dos veces por semana a San Martín de Los Andes, aunque todos los días a Bariloche ($ 892), donde también llega LAN (de allí son $ 37 en ómnibus a SMA)

Dónde dormir en San Martín de los Andes

* Hay alojamientos para todos los bolsillos. Desde cabañas por $ 260 para 4 personas hasta hoteles boutique y el único Hotel 5 estrellas de San Martín de Los Andes, el Loi Suites Chapelco Hotel

Dónde comer

* En la larga lista de restaurantes y cafeterías de la zona sobran los imperdibles. Desde Arrayán, para tomar el té con una vista de ensueño, hasta El Regional, famoso por sus picadas, o Ku-Cara Negra, primer casco de estancia que, además del estilo inglés, conserva antigüedades originales.

Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1235158

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