El sur es sinónimo de estepas y desiertos, escenario de historias mínimas como en las películas de Carlos Sorín. Más raramente de historias a lo grande, aunque no hayan faltado las epopeyas y aventuras. Y en definitiva, muy pocas veces se piensa el sur con torres de vidrio esfumado, semáforos, tiendas con la última moda y ejecutivos de traje como en la city porteña. Sin embargo, así es la cara de Comodoro Rivadavia, un oasis de ciudad –con todos los atributos urbanos– en medio de las mesetas desérticas del sur de Chubut. El contraste es enorme con Camarones, el pueblo más cercano, una fiel estampa de la Patagonia soñada por los turistas. El oasis fue creado, desarrollado e impulsado por el oro negro. Comodoro es una ciudad vertiginosa que vive por, para y del petróleo. Y un poco también del turismo, sobre todo desde que se convirtió en la cabecera de la nueva Ruta Azul, la porción de la RN 3 que une los tres parques marítimos costeros del sur de Chubut y de Santa Cruz.
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